15 diciembre, 2008

TRÁNSITOS - EN REINOSA



ESTE VIERNES OS ESPERAMOS A TOD@S LOS QUE OS PODÁIS ACERCAR AHORA QUE REINOSA HA SIDO TOCADA TAMBIÉN POR EL TRÁNSITO DE LA NIEVE

LECTURA DE POEMAS, IMÁGENES, FOTOGRAFÍA, MÚSICA

TRÁNSITOS

*a la venta tanto el libro como las fotografías*

**y la venta el libro (poemas + fotografías dentro)

por este canal también, poniéndose en contacto conmigo

precio del libro 15 euros + gastos de envío**



Tránsitos es un proyecto que no habla de ningún viaje en concreto, pero habla de muchos viajes a la vez. Viajes como libros que quizás no terminen nunca. Viajes como libros con mil puntos de partida.El arte de escribir, de fotografiar -como el propio de viajar- consiste en un acercamiento al mundo con la mirada inquieta. Sin prejuicios. Ávido de descubrimientos, de curiosidad. Ser viajero implica una actitud abierta a la diversidad, a lo desconocido, al miedo. Ser lector también.Tránsitos es una invitación al viaje. A cualquier viaje. Al que nos espera. Al que nunca haremos. Al que no volveremos a hacer. Al que nunca llegará. Viajes de placer, viajes literarios, viajes de la imaginación, viajes imposibles de la memoria. Y finalmente, como último y más fascinante o enigmático... el viaje interior.Tránsitos ofrece un camino en el que poder perdernos. Un billete de ida. Una ciudad de paso. Un café del mundo donde siempre somos más nosotros. Un pasaporte sin foto. Un visado sin regreso. Un mapa para perderse y llegar adonde, de otro modo, nunca llegaríamos... al viaje secreto e ignoto que aguarda siempre en las estaciones destartaladas del corazón. Por eso Tránsitos sólo es un punto de partida para viajar por las grandes extensiones a través de geografías muy pequeñas y sin embargo, ilimitadas: las cartografías del poema, las fronteras de una imagen.Tránsitos es, en fin, una reflexión sobre el hecho de viajar y sobre el hecho aún mayor de estar, pero sobre todo de sentirse en tránsito.Intentar atrapar la belleza y la emoción efímera del viaje. Viajar para sentirnos más vivos que nunca. Viajar viajando muchas vidas de una vez. Sentir esa adrenalina, esa electricidad en el corazón que da el conocimiento de que todo terminará pronto, de que todo es y será muy breve. Que en unos días, que en unas horas, volveremos a ser abandonados en mitad de un mapa por una palabra, por una cara, por una imagen, por un nuevo e inquietante destino, por un viaje.

My blueberry nights

""por fin después de más de medio año ya la tenemos en nuestros cines""

****aunque en Santander sólo se pueda ver en los cines Groucho,
(cinesa y peñacastillo cinemas prefieren la multi bazofia
apta para todos los estómagos, que no haga pensar
demasiado, que apesten a palomitas llenas de efectos especiales
y chistes fáciles para mentes planas)
y parece ser que unicamente hasta el jueves 18,
y luego la ciudad quiere optar a capital europea de la cultura...
más la vale que se dedique a las sardinas asadas
y en verano a la crema solar en la espalda
mientras las palomas cagan la cabeza del caudillo
hacedor de pantanos y fosas comunes
en mitad de la plaza del ayuntamiento****





«My blueberry nights» se presentó hace dos años en Cannes... Su tiempo es subjuntivo y su espacio también, impregnado de deseo, de posibilidad, ése es el verbo cinematográfico de este director chino.

El espacio del cine de Wong Kar Wai es su rúbrica, su estilo, y sostiene en el aire la redondez de sus historias, como una bola navideña. La secuencia dentro del plano, la panorámica de un plano corto, los términos y fondos desenfocados, la luz entre la oscuridad, las manchas de color que conviven con la recta de la raya de un peinado..., y todo visto en el refilón, en los reflejos y charoles, en ese espacio inexistente al otro lado de los espejos, dejándote siempre la impresión de no saber si ves la realidad o su fulgor.



Y en ese terreno, volutas de humo, Wong Kar Wai hila sus finísimas no-historias de amor (una no-historia de amor, como la de «Deseando amar»). Con la cámara encima de los actores, cuenta aquí tres historias de interior y unidas por el corazón roto de una joven (que interpreta mágicamente la cantante Norah Jones) y por la presencia insistente de las barras de los bares y el efecto en ellas del neón. La espina dorsal es la no-historia de amor entre Norah Jones y Jude Law, un tipo que cuida pasteles nocturnos, guarda llaves y le hace agujeros al tiempo en el interior de su bar neoyorquino, a la espera de que a su bella durmiente se le dibuje en los labios un cremoso beso.

La película, profunda e impúdicamente romántica, es en el fondo un elogio del beso como efecto y detonante. Aunque también es una road movie de interiores y un elogio del juego; del doble juego: por un lado, Wong Kar Wai cambia el «no» de su habitual frase como un dado entre tres cubiletes: la no-historia de amor se convierte en una historia de no-amor, o desamor, en la pareja que forman el policía alcohólico David Strathairn y ella, Rachel Weisz, cuya belleza de porcelana alude a la sofisticación oriental de sus actrices de ensueño en otras películas (Gong Li, Zhang Ziyi, Maggie Cheung...), y el otro lado del doble juego, con la aparición del personaje de Natalie Portman, jugadora de póker y también en fuga de sí misma; apenas si cambian los sentimientos, o sea, el alma de la película, pero sí lo hace su corazón, es decir la iluminación de las noches de azar en Las Vegas.


Y se despide «Mi blueberry nights» con sabor a arándanos, con la puerta del bar abierta y con la sensación de que el cine americano de Wong Kar Wai tiene los ojos rasgados. (rodriguezmarchante)



UN ADIÓS NO SIEMPRE SIGNIFICA EL FIN

A VECES ES UN NUEVO COMIENZO