03 enero, 2008

LÁMPARAS DE PAPEL

Ella estaba cansada, con mares en los ojos.

Había perdido el último barco. Vestía siempre de amarillo.

Nunca hablaba. Se llamaba luz. También la llamaban marea transparente.


Una vez fue en busca de faros imposibles. Viajó a través

del mar sin nada de sal en los labios. Era siempre de noche. Nunca llovía.




Se encontró con un hombre sin palabras. Le besó en las vocales.

Supo nunca volver. Aquella noche vistió de azul. Lloró como nunca.
Era su primera vez.

Se quedó sola. Su profesión era muy antigua. Se dedicaba a comprar

y vender lámparas de papel.


Una vez nació. Era el año 1836. Alguien había inventado el pulso de las hélices.

Ella había olvidado su nombre. Perdió el amor en un naufragió. Parte de sus miradas.

Todavía puede escuchar el estruendo de las olas golpeando las paredes.

Ve su cara en los charcos que deja el mar al esconderse.


Una vez amó. Se quedó sola. Ahora sabe que todos los días es el comienzo

de un nuevo viaje hacia las islas. Aquellos labios finos al borde de la seda.
Allí todavía el viento cocina con olores.

La arena de los corazones que no se olvidan. El rumor de los cangrejos amándose
entre las rocas.


Se llamaba ola.

Tenía 4 años.

Acababa de oler por vez primera el mar.
Silencio.
Lágrimas.
Recuerdos.
Y desde allí empezó a correr.
Se llama marea.
Ahora tiene 15 años.
Recorre desde siempre con una lámpara de papel en alto
el interior rosa y azul de las ballenas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

no te abandones nunca

Óscar Borona dijo...

Gracias por tus visitas. Gracias por hacer tuyas algunas de mis eyaculaciones. Acariciaré Tristia de vez en vez. Sé que será inevitable: he atravesado la puerta. Yo, que siempre quise llamarme ola e ir creciendo espumosamente hasta comprender por qué demonios las ballenas aman el blues.