22 enero, 2007

Extracción de la piedra de la cordura

Este es el nuevo libro de Martín López-Vega.

La gran originalidad que ofrece este libro de Martín López-Vega (Po de Llanes, Asturias, 1976), ciertamente valioso, es la de seguir los caminos ya hechos para contrahacerlos, la de partiendo del tópico del viaje llegar al lugar opuesto al que esos grandes viajeros a los que rinde homenaje –Gilgamesh, Dante– pretendieron llegar. Porque su Infierno y Paraíso no están en el más allá: “La eternidad sólo se alcanza en la vida”. En su búsqueda continua –“lo mío fue buscar”– viajará por la vida –el amor, la muerte– con los pies siempre pegados a la sola realidad tangible a la que permanece fiel, la tierra, llevando en la mochila de sus versos como equipaje tres únicos elementos: 1) La piedra (“He buscado la piedra”), esa piedra que contrahace también la de la locura de El Bosco: “que la piedra se infecte / de realidad”; 2) la herida (“seguí mi camino / la herida conmigo”), una herida cuya búsqueda reitera que es su forma de vida y en donde paradójicamente “Yo veo una estrella”; 3) la duda (“No conozco otro amor que la duda”): “No hay ni tú ni yo / No hay aquí ni allí …] Todo es uno / Uno es nada” o “La voz que me llama no es voz / No es necesario ir a ella / Pues en ella estoy”, que puede llegar a arrojarle en el contrafacto más irreverente: “Le pregunté: ¿Y qué hay del juicio final? / Y usó el culo a modo de trompeta”. Y es esta duda sistemática que le obliga a preguntarse “¿Quién me lanzó a este viaje que no entiendo?” la que le lleva a la carcajada del sinsentido a la hora de concluir sabiamente que “Ir es tan inútil como no ir / o como detenerme aquí / en este punto / final”.

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