19 octubre, 2006

C.3.3.

...Y sin embargo
cada hombre mata lo que ama
que lo sepa todo el mundo:
algunos lo hacen con una mirada amarga
otros con dulces palabras
el cobarde lo hace con un beso
el valiente con una espada...
En 1895 llegó para Oscar Wilde la catástrofe. El artista fue condenado a dos años de trabajos forzados por haber mantenido relaciones homosexuales con lord Alfred Douglas. Ese proceso así como la sentencia, es uno de los actos más vergonzosos que imaginarse pueda. Wilde fue sencillamente aniquilado por la condena. Todo lo perdió, y los editores hipócritas hasta se negaron a vender públicamente sus obras, por no ofender los llamados "sentimientos morales" de la "buena sociedad". El favorito de las musas, el hombre que estaba en la cúspide de la literatura inglesa, se convirtió bruscamente en un pobre prisionero, condenado a los más terribles dolores fisicos y morales. Y en ese estado de ánimo escribió aquel poema maravilloso: La balada de la cárcel de Reading. Existen pocas obras literarias en que el dolor humano haya sido expresado con tanta perfección majestuosa como en esos hermosos versos que el poeta publicó con el seudónimo del número de su celda: C.3.3.
En ese poema magnífico desaparecen todas las diferencias del mundo exterior. El poeta está ligado al asesino; el dolor común igual a todos. Nadie que haya leído esa pequeña obra maestra podrá olvidar al joven soldado que mató a su amada por amor. Los jueces lo condenaron a muerte y él pasa sus últimos días en la prisión de Reading. Oscar Wilde describe las últimas escenas de la vida perdida de un hombre, con tal rigor dramático que cada palabra penetra en el alma igual que un fuego sagrado. Todas las mañanas los prisioneros contemplan al joven soldado con miradas de espanto; saben que debe morir y sus corazones empiezan a llorar con lágrimas de sangre. Y cuando llega la última noche, nadie duerme en la cárcel. El terror y la desesperación se han extendido por todos los pechos y los viejos criminales lloran e imploran, cada cual en su celda, como niños inocentes.

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