21 julio, 2006

E R O S

“Creo que no le hemos prestado demasiada atención a nada”. Con esa frase comienza el primero de los tres cortometrajes que conforman Eros, titulado El peligroso truco de las cosas (The dangerous thread of things), y que nos da la clave para entender este filme: las pinturas en movimiento y la música envolvente van avisando la trama que sigue. El eje que mueve a Eros es la sexualidad presente por ausencia en la ansiedad, así como su explosión visual llena de colores y sonidos texturados. El amor a través del erotismo es parte común de los tres conflictos, en permanente tensión con la ausencia de su estado puro, pues el amor está siempre insertado, manipulado o tensionado por la vida moderna. En el segundo corto, titulado Equilibrio, se nos presenta un publicista de los años 50 que va al psiquiatra porque ha perdido el contrapeso en su vida. Tiene sueños eróticos con una mujer a la cual no reconoce al despertar, pero sin embargo está perdiendo a su esposa por exceso de trabajo y un inevitable estado de presión. Parece que estuviéramos hablando del presente, de la intención de convertir al hombre y su vida cotidiana en modernidad. No ocurre así en la primera historia, donde el escenario al aire libre, notoriamente con mucho verde, a la orilla del mar y con robustos caballos nos muestra la sexualidad como ente vivo, más allá del conflicto de desamor en que viven sus protagonistas. El peligroso truco de las cosas nos da a entender que el eros como concepto universal no se puede reprimir, porque va más allá de lo humano, signado reiteradamente por la naturaleza y sus animales. Así nos muestra los cuerpo de la pantalla: desnudos totales, baile, el dormir, la agitación del orgasmo. La naturaleza viva que nos reflejan Linda y Cloe en el primer conflicto, así como el cuestionamiento de lo onírico, de la psiquiatría y de la vida citadina del segundo cortometraje cae en una profunda decadencia en La mano. Una decadencia humana que parece querer saltar al vacío. Es Hong Kong en los años 60 –lo que podría hacernos pensar en el desenfreno sexual– en la vida de un hombre extremadamente correcto y reprimido frente a una mujer audaz y solícita de golpe, actitud que vamos entendiendo luego al suceder la historia. El temor, la manipulación, los vicios son traspasados por un amor límpido y eterno que sobrevive a duras penas en el degradado mundo empírico que se construye alrededor de la pareja. La relación se construye a partir de la ropa, de los perfumes impregnados y de las medidas del cuerpo de Jin, que son tomadas por este sastre que goza del amor a través de la ilusión del tacto al fabricar y tocar las prendas. El pretexto. La ausencia. Tres intentos de salida. ¿Cuál es el límite? ¿Dónde está el equilibrio? ¿Quién da una mano a quién? Eros es una magnífica película que nos inunda con movimientos pendulares entre los dolores del alma y las necesidades del cuerpo. Clara y concisa, colmada de exquisitos detalles en colores, iluminación y sonido, con una límpida fotografía que nos muestra de manera descarnada los cuerpos y sus conflictos, tiene un buen toque de humor casi negro que exacerba la proyección del erotismo y hace pensar qué tanta atención le estamos prestando a las cosas.


"Un homenaje a la mujer... a su naturaleza, a sus ansias de vivir, a su erotismo..."

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